ReSEÑA SoBRE PiNTORES RiOJANOS
Así como la idea de sombra evoca la de la luz, la de causa, el efecto y la de materia, la forma, porque a mbas se complementan, se compenetran y se apoyan, hablar de Chilecito, es hablar de OSMAN PAEZ y hablar de éste, es hablar de Chilecito...
En este valle, tela inmensa de extinguidas arañas, tendida entre dos cerros como un pendón cautivo, al decir de González; en este valle, que Alberto Ocampo imaginara como un nido de torcaz en el centro de un potrero crespo de trigal dorado; en este valle edénico, encerrado entre paréntesis de piedra, nació OSMAN. Los perfiles agrestes de sus cerros, los aromas de esmeraldinas jarillas, la agresividad de sus pencas sedientas y la resistencia de sus rocas milenarias modelaron el alma del niño humilde nacido en la montaña.
El público chileciteño pudo apreciar, en la Escuela Normal (diciembre de 1941) su primera aventura artística, acompañado por otro aficionado local, consumido por idéntica pasión: Roberto Trasobares. La muestra, verdadera prueba de fuego, es superada, mereciendo el calificativo "verdadero aconteciemiento artístico" de en una crónica de la época. Este empeñoso muchacho triunfará, profetizó Julian Amatte en el acto inaugural de su primera exposición individual, porque sin ser peritos para juzgar su técnica, vislumbramos en sus cuadros, una capacidad intuitiva agrandada por la falta de maestros.
Su inspiración está en las viejas capillas, en los patios humildes, en las tortuosas callejuelas de nuestros pueblos montañeses, pero no obstante pintar siempre su entorno riojano, Osmán no se rutiniza, afirma un crítico de arte y esto nos dice que estamos en presencia de un artista, no únicamente de un pintor.
Complementa su divulgación artística mediante colaboraciones en periódicos y revistas o prestándose al diálogo amable, sencillo y edificante o disertando sobre temas de su especialidad. Tantos halagos cosechados, no turbaron sin embargo, su natural modestída; hay una permanencia de valores en su condición de hombre, amigo y maestro, por eso, el afecto, el estímulo y el respeto, se conjugan en un deseo..."Ojalá en el cielo se pueda seguir pintando..."
Fragmento del libro: Retratos y Semblanzas de Efraín De La Fuente