La RiOJA En ÉpOCAS De CoLONIA

Allí por el año 1.591 se trazaban a regla y cordel las calles del norte a sur y de oeste a este que formaba las 81 manzanas de la nueva ciudad, fundada en total conformidad con la Leyes de Indias. Si dividiéramos la ciudad atravéz de dos ejes perpendiculares que pasen por el centro de la plaza vecinos en cada sector resultante había una iglesia: Al NO San Francisco, al NE Santo Domingo, al SO la Compañía de Jesús Y al SE La Merced. Con el tiempo el fervor popular construiría una ermita en honor a San Nicolás, donde hoy esta el colegio Pío XII, que hacia fines del siglo diecinueve se transforma en una importante iglesia en construcción que, luego de un terremoto, debió demolerse antes de ser terminada. Desde entonces San Nicolás paso a compartir su sitial con San Pedro Mártir , en la iglesia Matriz, que empezaba a reconstuirse una vez mas abandonando su vieja imagen colonial para convertirse en la gran Catedral que es ahora.

Durante los primeros tiempos la ciudad no paso de ser una aldea minúscula, con angostas calles de tierra, sin árboles, sin veredas por donde circulaban algunos pocos peatones, los burros que traían la leña, agua y alimentos desde Vargas y Cochangasta y los caballos que servían de transporte y aveces también de paseo. La ciudad no iba mas allá de dos cuadras a partir de la plaza. Predomina el paisaje donde algarrobos, talas y jarillas ocupaban las manzanas no habitadas, aún, sirviendo de marco agreste a las acequias por donde correteaba la cristalina agua que venia del río de la quebrada, regando las huertas solariegas. Las manzanas estaban divididas en solares que son una unidad equivalente a una cuarta parte de una manzana. La implantación de La Rioja, alejada del camino real, condicionó sobre manera la vida de sus habitantes, que debido a la secases de muchos productos procuraron auto abastecerse y usaron el trueque entre vecinos . Por eso La Rioja no tuvo lujos, ni grandes edificios. La vida fue sencilla y solidaria. Durante los siglos diecisiete y dieciocho no hubo grandes cambios. Apenas se iban construyendo algunas casa mas, completándose la iglesias y conventos y eliminando los yuyos que crecían en la plaza. La llegada del siglo XIX encuentra una aldea, que aun no había ocupado la totalidad de las manzanas de sus fundación. Calles de tierras, sin arboleda y sin vereda, acequias de riego y mucho cercos de ramas limitando los lotes urbanos. Por las noches de tanto en tanto aparecía algún farol puesto en la puerta de una plaza, que indicaba que la ciudad no estaba desierta. Durante el día, los burritos daban vida a las calles, transportando alimentos.

Vargas y Cochangasta seguían siendo las huertas de la ciudad , y ahora se agregó Pango. Al oeste pasando los bordos del río se iban construyendo algunos ranchitos. Los edificios públicos seguín ausentes, en la ciudad , donde solamente algunas casa empezaban a consolidar un estilo. Aunque en 1.810 marca en el país el año de la revolución de España, la ciudad de La Rioja empezó a manifestar los cambios con bastante recargo. Recién en las ultimas décadas de siglo la ciudad empieza a querer transformarse. Mientas tanto, hacia 1.870, el polo principal de la ciudad seguía siendo la plaza principal y sus alrededores. En la plaza como comenzó a llamarse para diferenciarla de la nueva que se acababa de fundar, se instaló el "quiosco de la música", en el centro que era una plataforma con barandas de hierro muy pintorescas, donde concurrían los paseantes . Durante las tradicionales retretas. Alrededor, formando una circunferencia, una hilera de eucaliptos, aun pequeños, prometían una profusa sombra. Alrededor de la plaza estaban los edificios principales, y s allí donde se concentraba la vieja sociedad Rioja. Hacia el este se levantaba el Cabildo. En esa misma cuadra estaba la casona que durante algún tiempo albergó a la Escuela Normal y que ahora es el club social. En la cuadra que da al sur un simpático edificio de aspecto colonial albergaba ala iglesia matriz. Una sola nave , cubierta con techos a dos aguas de tejas, y en su fachada un gran arco flaqueoso por dos hermosas torres con campanario. Todo muy blanco contrastando con ese azul diáfano que caracteriza al cielo riojano. Hacia el norte estaban las casas más importantes y era la cuadra mas consolidada. Allí se destacaba las casas de González y de Salvador Bustos de la Colina que la llamo el Palacio del pueblo. Esas casas tenían la típica estructura colonial y estaban organizadas alrededor de patios que concentraban las distintas actividades. Próximos a la plaza nueva que aun era un descampado, empezaban a construirse grandes casas con estilos totalmente distintos a las antiguas viviendas de la plaza vieja. Aunque la mayoría tuvieran en sus planteas gran parentesco con las casas de patios colonial, su aspecto formal, su desplazamiento, y el tratamiento de sus fachadas diferían noblemente, dándoles un sello propio, que en pocos años iba a cambiar la fisonomía de la ciudad. Las casa de Bustos y de Vera Vallejo tienen reminiscencias neoclásicas, con distintas variantes y la casa de Joaquín V. González es un ejemplo de neomedievalismo. Estos bellos ejemplos afortunadamente todavía se conserva en buen estado aunque han cambiado su uso, siendo sede en todos los casos de oficinas publicas: el archivo histórico, la policía, el museo de Bellas Artes y el IPSAS.